Archivos Mensuales: agosto 2014

La niña que nació el mismo día que Cortázar

Llega una edad en la que tus amigos comienzan a hacerte «tía» porque no hay una palabra que describa qué eres para esos niños. En ese momento se te pone el mundo patas arriba porque ves que tus amigas son unas mujeres a un balón pegadas, un balón superlativo.

Hoy hace un año que llegó Daniela al mundo, el mismo día que lo había hecho Cortázar 99 años antes. Siempre podré decirle que yo estaba presente cuando cogió con su manita el pecho de su madre (algo que parece ser es muy importante). Aunque en ese momento eso no lo sabes y la miras con la misma curiosidad con la que miraban las flores a Alicia, ese simple hecho hace que descubras que sí, que como dice un amigo, estamos aquí con un fin y si nuestros antepasados han sobrevivido a ataques de bisontes, a pestes y a hambrunas, no podemos cortar el hilo.

Hoy he rescatado la primera carta que le escribí cuando todavía faltaban tres semanas para que llegara. Todavía no hemos hecho algunas cosas pero las haremos porque tenemos toda la vida por delante.

Feliz añito, Daniela (y feliz centenario, Julio).

 

Querida Daniela:

 

Mientras tu madre está deseando que nazcas para verte la carita, yo, que tengo mucho más conocimiento que tu madre, rezo porque estés ahí un poquito más. No es que no tenga ganas de verte, que las tengo, aunque sólo sea para que mamá deje de bombardearnos con sus post en Pequeboom, algo que para cuando puedas leerlo ya pertenecerá al paleolítico, pero que ahora es lo más cool (“cool”, otra expresión que cuando quieras entenderla ya estará más pasada que los guateques).

Lo que ahora ocurre, Daniela, es que el mundo está fatal. Hay una crisis tremenda, los políticos están como una regadera, la familia real nos está sacando los hígados (de hecho, muchos no hacemos el amor, pero ya lo hace Urdangarin por nosotros, e invita a sus amantes con nuestro dinero). Con este panorama, valientes como tus padres hay pocos, aunque también hay que decir que tu madre siempre ha sido una descerebrada.

 

De todos modos, tu mundo lo haremos nosotros: tu abuela la portuguesa, que está peor que tu madre; tu tía Alba, que te va a llevar más derecha que una vela, pero se le caerá la baba…; tu papá, que te consentirá todo; tu madre, que te pondrá la cabeza como un bombo; y las tías lobas (la de Toledo, la de Mallorca y yo), que estaremos ahí para salvarte de esta última.

 

Yo tengo muy claro que te voy a enseñar a patinar y, en cuanto mamá esté recuperada, pillaremos los patines y te llevaremos de paseo con el carrito para que te vayas familiarizando. Contigo ensayaré para que me escupas la papilla, y si sale a pelo me vomites, y así, si algún día me da por cometer la estupenda locura de que ha cometido tu madre de traer a alguien a este mundo (que no creo), ya estaré curtida. Iré a casa a verte y, cuando te pongas pesada, me iré a la mía y te dejaré con mamá, que para eso es tu madre. También te llevaré al parque y cogeré de la mano para que empieces a andar y le echaré la bronca a los niños que quieran quitarte los juguetes. Te regalaré pintalabios bajo cuerda y te enseñaré a ser una mujer de verdad y, si es posible, intentaremos convencerte para que te gusten las mujeres, que los hombres son unos sinvergüenzas. Y si no te convenzo, por lo menos le diré a tu madre que te enseñe a dominarlos (digo tu madre porque yo a eso todavía no he aprendido).

 

Ay, Daniela, ¡qué ganas tengo de verte!, pero no tengas prisa por salir, que hace mucho calor en Madrid y una vez que sales ya no hay vuelta atrás. Te lo dice la tía Laurita. Bueno, para ti Tía Camino, porque sé que me vas a torear, así que vamos a empezar a hablarnos de tú a tú. 

 daniela

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Libros y otras publicaciones de artista

Ayer pude ver, por fin, la pequeña (solo en espacio) exposición «Libros (y otras publicaciones) de artista: 1947-2013«, que hay actualmente en la Fundación Juan March. Una exposición muy interesante para quienes, ¡tristes románticos!, todavía vemos en el libro, como continente y objeto, una obra de arte.

Maravillosas piezas de la colección privada de Julio Cortázar o colaboraciones entre Manuel Miralles y Rafael Alberti, son algunas de las obras que pude contemplar, además de los fascinantes trabajos publicados en la revista ‘Dèrriere le Miroir’ (algunos de los cuales pusieron a prueba mi pudor).

Sin embargo, si tuviera que destacar una pieza, sería la más reciente de todas ellas: «Pan con lágrimas», una obra compuesta por una carpeta con dos grabados de Eduardo Arroyo y un magnífico texto de Kurt Tucholsky del que, pasado el paseo de después por Madrid, la cena al aire libre, la conversación y la noche (con su madrugada) más el amanecer, todavía no me he desprendido. Una vez más, me ha ganado la volatilidad del contenido.

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PAN CON LÁGRIMAS

Kurt Tucholsky

A veces, cuando ha pasado algo terrible, tiene uno que comer después. Es una manera rara de comer.

Se ha superado el asco por lo cotidiano, la vergüenza por estarle sometido: porque, primero, ¡duele tanto la idea de que, ahora, después de una cosa así, haya que comer algo! Duele porque el cáliz del dolor se llena cumplimentando una formalidad.

No es una comida. Sí, al cuerpo se le suministra un complemento alimenticio, eso es cierto, y se traga y aquello baja. Pero los ojos arden aún, velados por lágrimas, que caen, saladas, sobre el pan con mantequilla: de lo patético a lo trivial apenas hay un paso. Las mandíbulas mascan, la garganta traga, en la mano hay migajas de pan. Pero no sabe a nada, esa comida es un gesto inútil. A uno le repugna aquello.

Una vez murió el marido de una parienta. Fue a las siete. Cuando ya estaba muerto, se sentaron todos a la mesa, obligadamente, como después de una batalla perdida, de una derrota. Se había acabado. Nadie hablaba. Pero entonces habló alguien, y nunca olvidaré la voz de la mujer que decía, sollozando con gemidos húmedos, a su hermana: “de dónde son los huevos?”. Y la otra, con voz apagada, vacía de lágrimas ya, finalmente: “son de Prustermann. ¿No te gustan?”. Ved: así recoge la vida de nuevo a aquella gente suya que se va de vacaciones al país de la pena.

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La carta de amor de John Steinbeck

Hoy he vuelto a sacar de la estantería, una vez más, uno de mis libros favoritos: La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. El mismo título descubre que no se trata de una novela, sino un estudio sobre la sexualidad, la intimidad y las emociones escrito por el sociólogo Anthony Giddens en 1995 y que recomiendo sin pestañear.

Mientras revisaba sus palabras y mis anotaciones sobre el «amor romántico» y la «sexualidad plástica», he recordado la carta que John Steinbeck escribió, cuatro años antes de obtener el Premio Nobel de Literatura en 1962, a su hijo Thom cuando este le confesó que se había enamorado de Susan. Steinbeck, que era un gran amante del género epistolar en la intimidad, le contestó con una carta en la que le explicaba su visión sobre el amor. Sin duda, habría mantenido una interesantísima conversación con Giddens.

 

New York
November 10, 1958

Dear Thom:

We had your letter this morning. I will answer it from my point of view and of course Elaine will from hers.

First—if you are in love—that’s a good thing—that’s about the best thing that can happen to anyone. Don’t let anyone make it small or light to you.

Second—There are several kinds of love. One is a selfish, mean, grasping, egotistical thing which uses love for self-importance. This is the ugly and crippling kind. The other is an outpouring of everything good in you—of kindness and consideration and respect—not only the social respect of manners but the greater respect which is recognition of another person as unique and valuable. The first kind can make you sick and small and weak but the second can release in you strength, and courage and goodness and even wisdom you didn’t know you had.

You say this is not puppy love. If you feel so deeply—of course it isn’t puppy love.

But I don’t think you were asking me what you feel. You know better than anyone. What you wanted me to help you with is what to do about it—and that I can tell you.

Glory in it for one thing and be very glad and grateful for it.

The object of love is the best and most beautiful. Try to live up to it.

If you love someone—there is no possible harm in saying so—only you must remember that some people are very shy and sometimes the saying must take that shyness into consideration.

Girls have a way of knowing or feeling what you feel, but they usually like to hear it also.

It sometimes happens that what you feel is not returned for one reason or another—but that does not make your feeling less valuable and good.

Lastly, I know your feeling because I have it and I’m glad you have it.

We will be glad to meet Susan. She will be very welcome. But Elaine will make all such arrangements because that is her province and she will be very glad to. She knows about love too and maybe she can give you more help than I can.

And don’t worry about losing. If it is right, it happens—The main thing is not to hurry. Nothing good gets away.

Love,

Fa

 

steinbeck

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Las Ítacas

Todos tenemos un poema que guía nuestra vida, nuestra forma de verla… Éste hay que releerlo de vez en cuando para recordar lo que es la vida: un viaje y una aventura, en ocasiones, homéricos.

 

Ítaca

«Cuando salgas de viaje para Ítaca,
desea que el camino sea largo,
colmado de aventuras, de experiencias colmado.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al irascible Posidón no temas,
pues nunca encuentros tales tendrás en tu camino,
si tu pensamiento se mantiene alto, si una exquisita
emoción te toca cuerpo y alma.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al fiero Posidón no encontrarás,
a no ser que los lleves ya en tu alma,
a no ser que tu alma los ponga en pie ante ti.

Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que -¡y con qué alegre placer!-
entres en puertos que ves por vez primera.
Detente en los mercados fenicios
para adquirir sus bellas mercancías,
madreperlas y nácares, ébanos y ámbares,
y voluptuosos perfumes de todas las clases,
todos los voluptuosos perfumes que te sean posibles.
Y vete a muchas ciudades de Egipto
y aprende, aprende de los sabios.

Mantén siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero no tengas la menor prisa en tu viaje.
Es mejor que dure muchos años
y que viejo al fin arribes a la isla,
rico por todas las ganancias de tu viaje,
sin esperar que Ítaca te va a ofrecer riquezas.

Ítaca te ha dado un viaje hermoso.
Sin ella no te habrías puesto en marcha.
Pero no tiene ya más que ofrecerte.

Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado.
Convertido en tan sabio, y con tanta experiencia,
ya habrás comprendido el significado de las Ítacas».

Kostandinos Kavafis (1863-1933). Traducción de Ramón Irigoyen.

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