-He decidido romper con todo -me dijo
-Romper con todo es bueno
-No estoy seguro
Para celebrarlo hizo una fiesta a la que invitó a todos sus amigos. Llegué y no había ningún conocido más allá de una chica que no recordaba mi cara, aunque yo sí la suya. Llevaba un bebé en brazos.
Unos minutos después apareció otra chica. Creí recordarla, pero tras hacer un recorrido rápido por el tiempo que pasamos juntos, no conseguí situarla en ningún lugar.
Continué degustando el vino que me habían servido y, mientras estaba charlando con un desconocido, de profesión traductor, sobre la situación actual de los periodistas, la mano de mi amigo se posó en mi hombro. Acercándose por detrás a mi oído, en un susurro me dijo:
-¿Recuerdas a esa chica que me hizo tanto daño?
-Sí.
-Ahí está. ¡Pégale!
Claro, era ella. Tenía frente a mí, por primera vez, a la chica que le causó el daño que yo intenté curar unos años atrás sin demasiado éxito. La misma que le despertó unos sentimientos que yo intenté despertarle, también sin demasiado éxito. Estaba con su ahora marido.
-Quiero enamorarme -me dijo entre la algarabía de los invitados.