No suelo escribir de Política porque me repugna. Mejor dicho me repugnan quienes la ejercen de forma corrupta. La Política, por definición, no me causa repugnancia. Pero hoy he decidido hacerlo al ver cómo se está gestionando el malfacer político de José Antonio Monago por parte de su entorno, cómplice de sus fechorías. Me refiero a sus compañeros, sus amigos y los medios de comunicación adscritos al Régimen.
Lo de Monago no es un asunto de bragueta, es un asunto de corrupción. Sinceramente, como Ciudadana que cree en Lo Público (lo pongo con mayúscula), me da lo mismo el concepto de su gasto. No me interesan (porque no es de mi interés, no porque en mi interés haya intención de obtener algo) sus asuntos de bragueta. Lo que, como ciudadana, me interesa es su ánimo «latronicioso» a la hora de utilizar dinero que no es suyo para cuestiones personales. Es decir, para mí es lo mismo que utilice dinero público para ver a su amante que para comparle un chándal a alguno de sus hijos. No tengo interés ni intención en meterme en su vida privada en cuanto a sentimentalidad porque, si hay algo que siempre critico de su partido es su ánimo de intromisión constante en legislar y manipular la vida privada, en cuanto a sentimentalidad, de los ciudadanos. No obstante, debe saber que la relación contractual que le une al Pueblo también es un asunto privado. Pero esto vamos a dejarlo aparte.
El motivo de este post es la noticia que publicaba el periódico La Razón ayer, 9 de noviembre, bajo el titular: Olga María, la colombiana «cazadiputados», en el que se dibuja a un Monago víctima de una señora cuyo único interés, según el periódico, es acostarse o relacionarse con diputados del Partido Popular para cazarlos, desplumarlos y ascender en el partido.
La noticia en sí no me ha causado el menor estupor teniendo en cuenta que la publica un periódico de catadura moral dudosa y que, en vez de ejercer el periodismo, realiza un constante ejercicio de corrupción estructural. Sin embargo, no he podido evitar que me deje boquiabierta durante unos segundos.
No voy a ponerme a analizar cuán sucio es que estén intentando criminalizar a Olga María Henao, ex pareja de Monago y vocal del Partido Popular en Santa Cruz de Tenerife, por haber mantenido una relación con este señor y con otros miembros del Partido Popular. No voy a analizar, en ningún caso, que se esté utilizando la vieja estratagema de la víbora que engaña a pobres hombres para que caigan en sus redes y así obtener una serie de beneficios. No lo voy a hacer porque creo que no es necesario, sobran las palabras. Pero sí voy a hacer una puntualización a los cómplices de La Razón: la persona que, desobedeciendo a sus obligaciones y responsabilidades como político, utilizó dinero público para sufragar gastos personales fue el señor Monago.
Por otro lado, creo que esta señora únicamente debe ser juzgada por su labor política, en ningún momento por sus «affaires» sentimentales. Además, entiendo que el señor Monago utilizó de motu proprio los caudales públicos para sus viajes «personales», sin ningún tipo de presión (más allá de la sentimental, que en todo caso sería autoimpuesta).
En definitiva, intentar ensuciar la imagen de una persona y criminalizar su conducta sentimental y sexual (libre, por otro lado, como lo es la de todos) solo muestra dos cosas: en primer lugar, su desesperación para justificar una acción ilegal; y en segundo lugar, lo que es en mi opinión lo más preocupante: el nulo arrepentimiento real del infractor, la nula asunción de su culpa y la nula condena por parte de quienes, desde el partido y desde los medios, están sirviendo de parapeto del señor Monago, quizás en un intento desesperado de mantener sus barbas secas cuando deberían ponerlas a remojar.
«Cada uno debe aprender a responder de su propia conducta». Gayo Julio Fedro, 15 aC- 55 dC