«Nadie pide permiso para irse de una vida. Nada tiene que ver ese momento con ese otro en el que se intenta entrar a formar parte de ella. Debe ser que damos por hecho que las invasiones han de hacerse con un visto bueno o, al menos, con cierto tiento. Sin embargo, el abandono del terreno previamente invadido, y en ocasiones sitiado, se hace de forma unilateral. Es normal, por otro lado. No imagino una situación en la que alguien te pregunte: «¿Te importa que me vaya de tu vida?» porque cabe la posibilidad de que le digas: «Sí, mucho».
Hay gente que cuando se va de tu vida lo hace de forma rápida, tan rápido como se sacan los cuchillos de los costados en las películas.
De todos modos, ¡qué triste es irse de la vida de alguien sin pedir permiso! ¡Qué feo y qué error! Te pasas la vida huyendo a hurtadillas de la persona, y sin hurtadillas de la tristeza y la fealdad, creyendo que no te ven, pensando que lo hiciste bien, esperando en balde que algún día deje de perseguirte».
De «Protocolo y saber estar sentimental».