Archivo de la etiqueta: feminismo

Llegó el día. Ya podemos bailar

Hay que ver, cómo es la vida. Llevo tres años menos tres días esperando una noticia que creía que no iba a llegar nunca (de hecho, hace unos días me preguntaba si el próximo año a estas alturas habría llegado ya).

La mejor noticia que me han dado en toda mi vida (hasta ahora) me ha pillado con el catarro vulgaris más virulento que he tenido jamás, llena de mocos y con unas ojeras hasta el suelo porque esta noche casi no he podido dormir. Ha aparecido en mi correo en forma de mail, cuando siempre pensé que sería como en las películas, en forma de voz engolada. Lo he leído un mínimo de quince veces. No lo creía.

Me ha pillado en el trabajo, por lo que no he podido gritar como pensé que gritaría; ni saltar como pensé que saltaría. Sólo he podido emocionarme un poquito, no demasiado, y llorar de alegría unos segundos sin que nadie se diera cuenta porque, al pillarme además sin maquillar, no se me ha corrido el rímel.

Ahora sí, ya se acabó. Ya podemos bailar. 

 

Pd. Esta canción está dedicada a las mujeres que luchan desde la verdad, la honestidad y que no pierden la esperanza; a la gente que les acompaña en el camino y a ti.

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La efeméride de hoy lleva por nombre Clara Campoamor

 

«Defendí en Cortes Constituyentes los derechos femeninos. Deber indeclinable de mujer que no puede traicionar a su sexo». Clara Campoamor.

 
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Hoy estamos de fiesta. Tal día como hoy, hace 84 años, Clara Campoamor y mujeres que lucharon junto a ella conseguían un hito histórico: que las mujeres tuviésemos derecho a elegir a nuestros representantes políticos, que pudiésemos meter un papel en una urna y tuviésemos así voz en la res publica.

Los periódicos de la época dicen que, cuando se conocieron los resultados de la votación, «las señoras de las tribunas se pusieron muy contentas».

84 años después seguimos dando las gracias a Clara Campoamor y todas esas mujeres que impulsaron la consecución de los derechos de los que ahora disfrutamos.

Por eso debemos seguir abriendo camino: por ellas, por nosotras y por las que vendrán.

¡Feliz día!

 

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No me felicites el 8 de marzo

Mañana, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer y puedes ahorrarte tu felicitación. No quiero que me felicites si pasado mañana vas a seguir actuando sin defender mis derechos o nuestros derechos, los de las mujeres; sin reconocer que la igualdad de sexo y género solo existe en el papel, pero no en la vida.

Prefiero, sin embargo, que te felicites. Que te felicites si cada día actúas para que la igualdad de mujeres y varones sea un hecho. Que te felicites si educas a tus hijos e hijas para que crezcan sabiendo que son personas, no géneros o roles.

Felicítate si luchas para que no se haga una trata de nuestros derechos reproductivos y para que se caiga de la frente el estigma que convierte a las mujeres en damnificadas laboralmente por tener hijos… Has leído bien: damnificadas.

Felicítate si cada día te pones una corbata y le haces a tu hija las coletas porque quieres hacerlo y porque sabes que también es tu responsabilidad; y si educas a tu hijo para que llore sin avergonzarse, porque los hombres también lloran, ¿lo sabías? También lloran.

Felicítate por lo que estás haciendo para que la igualdad sea un hecho, por unirte a nosotras cuando salimos a la calle a luchar por lo que nos corresponde, por fundir tu voz con la nuestra en el mismo grito para que suene como una sola, sin timbres diferenciadores. Felicítate por respetar a la mujer que tienes por pareja y parar los pies a quienes no lo hacen.

Felicítate si en tu vida cotidiana, seas varón o mujer, actúas pensando que solo nos diferencia la cáscara, si no estableces diferencias salariales entre tus empleados y empleadas del mismo rango por convicción; si crees, en definitiva, que no somos inferiores, ni tampoco superiores, sino iguales.

Si no actúas así, seas varón o mujer, puedes ahorrarte tu felicitación. No estamos para frivolidades.

Gracias.

feminismo

Pancarta de @Cristina_H_

Feminismo: movimiento que persigue la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y varones.

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El día que besé a Chavela Vargas

Nunca he contado, nunca por aquí porque fuera de aquí lo cuento siempre que tengo oportunidad, que yo besé a Chavela Vargas. Fue el 1 de julio de 2006, alrededor de las ocho de la tarde.

Por aquel entonces trabajaba en una pequeña productora de televisión y estaba haciendo un reportaje sobre la manifestación del Orgullo Gay, que ese año estaba dedicado a las mujeres (un reportaje con bastante contención porque era para Vocento). Sabía que venía Chavela aunque no tenía la más mínima esperanza de tenerla cerca. Pero la suerte, a veces, se pone de parte de una.

Aquella tarde de verano, la suerte quiso que entrara en Plaza de España en una carroza cuando iniciaba su última canción. La suerte quiso, también, que atravesásemos el cámara y yo la calle por la «zona prohibida» sin que la policía nos dijera nada. La suerte quiso que llegásemos a la valla justo cuando ella bajaba las escaleras.

-¡Chavela! -le grité- ¡Chavela!

Levantó la vista del suelo al bajar el último escalón. Con su poncho a cuestas, como sus años, ayudada por una corte de devotos, porque todo el que ha rodeado a esa mujer ha terminado conociendo la devoción, se encaminó hacia donde estábamos nosotros.

No recuerdo qué le pregunté a la intérprete única de La Llorona, a la amante de mi admirada Frida Kahlo, a la protagonista de las letras de Sabina. Solo recuerdo que, en el escaso minuto que la tuve delante, no dejó de sonreír ni un solo segundo. Poco me importaba el plano ni todo lo que suele importar cuando estás ante un momento irrepetible. Durante esos segundos puse todos mis sentidos al 120% para que no se me escapara ni un gesto de esa mujer.

-¿Le puedo dar un beso? -le pregunté saltándome cualquier norma de profesionalidad.

Y así fue como, con tanta devoción como quienes la rodeaban, le di un beso en la mano con la que me tenía agarrada y otro en la cara.

-Las mujeres tenemos derecho a enamorarnos de quien nos dé la gana -me dijo después de eso, mientras la encaminaban al coche que esperaba para llevarla a algún otro lugar de Madrid.

Ella nunca lo supo pero, después de eso, dejé al cámara tirado y salí corriendo a contarlo, como hizo Dominguín tras pasar una noche con Ava Gardner, a quien dicen que la dama del poncho rojo también despertó un escalofrío, por cierto.

Esta suerte fue lo que recordé ayer cuando recibí un regalo tan maravilloso como inesperado: el cómic La casa azul que cuenta cómo Chavela («con ‘v’, por joder», como ella decía) se enamoró de quien le dio la gana, en este caso de Frida Kahlo. Estoy deseando leerlo despacio, para que dure más. Mil gracias por el regalo.

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La niña que un día será una mujer

Hace unos días comenzó a llover y, al vuelo, me subí en el bus 34. Me senté frente a una niña que no pasaría los seis años. Vestía un chándal con los puños y los bajos de los pantalones remangados. Pensé que sería heredado. Tenía el pelo liso y negro, por debajo de los hombros, e iba peinada con el pelo suelto y una pequeña trenza que nacía desde el flequillo y terminaba en un coletero naranja, a juego con las franjas del chándal. Sus ojos eran negros y sus labios finos. Su sangre venía del otro lado del Atlántico.

Compartía unos auriculares con su madre. No sé qué escucharía pero casi no le prestaba atención. Todos sus sentidos estaban puestos en lo que había tras la ventana. Estiraba el cuello para alcanzar a ver qué ocurría más allá del cristal mojado por la lluvia.

-Mamá, ¿ahí están los trenes? -dijo al pasar por Atocha.

-Sí -contestó la madre.

-¿Y dónde van?

-A todos los lugares.

-¿A la casa de los abuelitos también?

-No, allí solo llegan los aviones

Mientras, yo la observaba imaginándola como la mujer que será dentro de unos años. Pensaba en que llegará un día en que sufra por amor y en la necesidad que tenemos de crear una sociedad en la que esos amores, aunque sufridos, la traten bien. En la que, como mujer, no se sienta desprotegida, ni amenazada, sino bien querida, bien amada y bien tratada. También reflexionaba sobre nuestra responsabilidad para crear una sociedad en la que pueda ser lo que ella quiera y aspirar a aquello que ella desee, con los mismos derechos que todos los demás, independientemente de su origen, de su género o de cualquier aspecto que todavía hoy, fuera del papel, sigue siendo un condicionante para que todos seamos iguales.

Mientras tanto ella, ajena a lo que la desconocida que tenía enfrente, y a la que miraba a veces de reojo, quería para su futuro, mantenía la cabeza alta escudriñando con la boca abierta el mundo que había fuera de ese autobús. Para ella no había charcos, ni el suelo mojado que veíamos los demás. Sus ojos llegaban justos a la altura de la ventana y, desde ahí, solo veía árboles, edificios altos y, más allá, el cielo.

Al llegar a Cibeles se levantó dispuesta a salir y encontrarse con la lluvia. «Está bien que llueva, así mañana habrá flores», le dijo a su madre. En ese instante se abrieron las puertas, esperó su turno y, mientras quienes iban delante abrían los paraguas o se ponían una chaqueta encima de sus cabezas, ella salió del bus de un saltito y, muy contenta, dijo: «¡Empapada!».

 

 

 

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El Artículo 3

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Ilustración de Lady Desidia

La mujer tiene derecho, en condiciones de igualdad, al goce y la protección de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural, civil y de cualquier otra índole. Entre estos derechos figuran:

  • El derecho a la vida
  • El derecho a la igualdad
  • El derecho a la libertad y la seguridad de la persona
  • El derecho a igual protección ante la ley
  • El derecho a verse libre de todas las formas de discriminación
  • El derecho al mayor grado de salud física y mental que se pueda alcanzar
  • El derecho a condiciones de trabajo justas y favorables
  • El derecho a no ser sometida a tortura, ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

Art. 3 Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. 85ª sesión plenaria Asamblea General, 20 de diciembre de 1993

Este listado de derechos de la mujer parece obvio pero, ¿te has parado a pensar que si está escrito es porque en algún momento estos derechos no han existido?

Mañana es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. No hace falta que nos felicites. Nacer mujer no es mejor ni peor. No es motivo de distinción. Por eso te invitamos a que sigas luchando por la igualdad de derechos hasta que sea una realidad y esté tan arraigada que este Artículo 3 no tenga que permanecer escrito.

Gracias.

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Como los amantes de las películas

Todas las mañanas, cuando subo en el autobús, la encuentro sentada en la parte de atrás. Desde la entrada diviso su gorro rojo de lana con una flor amarilla, morada y verde. Conforme me acerco, veo su pelo, un pelo caoba corto que instantáneamente me hace imaginarla casi cuatro décadas atrás luchando por las mujeres. Siempre asocio los pelos caobas a las mujeres feministas.

Un flequillo escaso enmarca sus ojos, cansados, con bolsas hinchadas. Una hinchazón que no producen ni el sueño ni el cansancio físico, sino que está macerada en el paso de las emociones. Lo único que le alegra la cara son sus labios rojos, agranatados, perfectamente perfilados. Me atrevería a decir que están maquillados con pincel.

Desde los labios rojos hacia abajo, no sabría describirla. Jamás me he fijado.

Su trayecto llega hasta Paseo del Prado. Se baja en la parada que hay frente al museo. Todas las mañanas me pregunto si trabajará en la pinacoteca. ¿Será restauradora? ¿Será recepcionista? ¿Será bedela?

Hoy, me he sentado en la última fila, pegada a la última ventana. Cuando se ha bajado y el autobús ha arrancado, me he dado la vuelta, como los amantes de las películas que se rebelan ante las despedidas y se dicen adiós con la mano hasta que se pierden de vista. Quería saber dónde iría, si se metería por alguna puertecita oculta del museo, a la que solo tienen acceso unos pocos.

Ha comenzado a caminar, cabizbaja, como siempre. El autobús ha parado en un semáforo. Ella seguía andando. «¡No arranques, no arranques!», rezaba. Cada segundo de semáforo era un paso suyo. Ella avanzaba paralela a mi lado. Se ha puesto en verde y los coches que nos precedían me han dado unos segundos de cortesía. Inevitablemente ella ha terminado perdiéndose entre los árboles y yo me he dado la vuelta como los amantes de las películas, que se rebelan a las despedidas, pero que al final no les queda más remedio que dejar de decir adiós tras la ventana del autobús, darse la vuelta y seguir su camino.

Quizás mañana.

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Igualdad, igualdad y mil veces igualdad

Busca esta palabra en cada gesto de tu vida

Busca esta palabra en cada gesto de tu vida

Esta mañana ha sonado el teléfono, era mi madre:

-¡Hola!

-Hola, bueno, ¿te tengo que felicitar o qué? ¿Esto cómo va? Tengo que felicitarte por ser mujer trabajadora, ¿no?

-Mamá, hoy es el Día Internacional de la Mujer, de las que trabajan fuera de casa y de las que trabajáis dentro… El tuyo también.

-Ah, ¿el mío también?

El año pasado publiqué en un blog llamado Cartasparavolar , que abrí con la única intención del desahogo, una carta dedicada a todas esas mujeres para las que el Día Internacional de la Mujer es un día más.

En realidad, era un homenaje a ella, a mi madre. Y este año la publico de nuevo porque no ha perdido vigencia, ni lo que yo siento por ella, ni lo que ella ha hecho por nosotros, ni lo que el resto de las mujeres de su generación han hecho por la nuestra.

¡Aquí va!

Y será una tontería, pero hoy es el Día Internacional de la Mujer y, en Twitter, veo a Marta y Manel debatiendo y viendo que piensan lo mismo; a Maribel, retuiteando sin parar, porque es muy luchadora y muy reivindicativa… A mis compañeras felicitándose la una a la otra; y a Carlos Otero, poniéndose provocativo y enviando un anuncio de Ballerina.

Y yo no puedo evitar pensar, como lo hago muchas veces, en mi madre. Que no ha celebrado nunca el Día de la Mujer, y que siempre, salvo en algunas ocasiones, ha trabajado dentro de casa: limpiándonos los mofletes con lo primero que pillaba, echándonos la bronca porque no le ayudábamos en nada, haciéndonos natillas con galleta María cuando estábamos malos; y mi tarta favorita para darme una sorpresa. Leer más

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