El taxista con la novia de Círculo de Lectores

«Mi primer profesor de Historia del Instituto fue un cura que se saltó la Revolución Rusa porque consideraba que era un periodo poco relevante, pero después llegó Don Gregorio, que apoyaba el culo en la esquina de la mesa y no cerrábamos la boca hasta que sonaba el timbre».

Me lo contaba un taxista ayer a mediodía. Le pillé en la parada, leyendo en un libro electrónico. Arrancó e intentó iniciar conversación. Pasados unos metros me dijo: «Estoy muy enfadado, mi ebook no funciona».

Comenzamos a hablar de Literatura. Él, cuya pareja había trabajado en Círculo de Lectores durante muchísimos años, tenía las estanterías de casa llenas de libros en papel, «pero esto es mucho más cómodo y puedo ampliar la letra todo lo que quiera porque tengo problemas serios de visión». Teniendo en cuenta que iba al volante, este comentario me alertó ligeramente.

Zalacaín el aventurero, de Pío Baroja, fue el primer libro que leyó en el Instituto. «Me encantó. Es lo único que he leído de él». Yo aproveché para rememorar mi paso por El árbol de la Ciencia. Le fascinan los libros de historia novelada y todavía recuerda lo que le recorrió por el cuerpo cuando empezó a leer El Señor de los Anillos.

Hablamos de Momo, que me lo recomendó «porque La historia interminable es bonita, sí, pero Momo es uno de los libros más bonitos que han caído en mis manos». Hablamos de La lluvia amarilla, de Ainielle, de la habilidad para la melancolía de Julio Llamazares y de su maravilloso humor (esto él no lo conocía, pero yo sí). Vázquez Figueroa «¡qué tío! Los sube antes en digital que en papel» y Ruiz Zafón «oye, que me impresionó con La sombra del viento porque tienes de todo, misterio, amor, ficción…»

-Tiene una capacidad narrativa fantástica. Es una novela redonda.

-Rendondísima. Claro, que luego todo lo demás te sabe a poco. Tenemos buenos escritores en España -contestó.

Cuando llegué a mi destino le había hablado de mis profesores de Literatura del Instituto, de cómo me impresionó leer Las penas del joven Werther a los doce años y sobre cómo leí en dos sentadas Anna Karenina «porque quizás los rusos sean los mejores narradores. Las revoluciones poco relevantes suelen ahondan en la calidad retórica», terminé concluyendo antes de bajarme.

Moraleja: siempre que puedas, habla de Literatura con desconocidos.

 

 

Etiquetado , , , , ,

Deja un comentario