Lección de vida en Monfragüe

Me resultaba imposible abarcar en un solo golpe de vista la copa de ese árbol. Me acerqué completamente conmovida por lo que tenía ante mis ojos.

-¿Cuántos años tiene? -le pregunté a mi amiga.

-Alrededor de cuatrocientos. Este otro unos doscientos -me dijo.

Me sentía enana y más que enana. Toqué su tronco con ambas manos, poniendo la atención en las yemas de los dedos. Era la primera vez que tocaba un ser vivo tan longevo. Sentía la humedad de la corteza, su textura… Acerqué la nariz. No sé decir a qué olía, más que a árbol húmedo.

Desde la base miré hacia arriba y vi sus ramas extendiéndose, llenas de corteza verde grisácea todavía. A ellas no se la habían quitado, sólo habían descortezado el tronco. Debió ser hace tiempo, pensé, porque ya había perdido el color rojizo, ya había dejado de sangrar, interpreté.

Cuando volví a subir al coche, mientras avanzábamos por esa maravillosa dehesa de alcornocales en el Parque Nacional de Monfragüe, pensaba que ese alcornoque que acababa de tocar y disfrutar había sobrevivido a guerras, a epidemias, al simple paso del tiempo. Pensé en la cantidad de veces que le habrán arrancado la corteza, que habrán dejado su tronco desnudo, rojizo, en carne viva… tantas veces como veces ha vuelto a generarla. Todo ello sin prisa, dejando actuar al tiempo, hundiendo, mientras tanto, y fortaleciendo sus raíces, cada vez más profundas, más robustas… Las mismas que hoy, con casi 400 años, lo sostienen.

Un maravilloso ejercicio de supervivencia el de este árbol. Una lección fascinante sobre la vida si queremos aprenderla.

Gracias a Monfragüe Vivo por esta experencia. Gracias a mis amigos Maribelita y Raúl por «secuestrarme» este fin de semana.

 

arbol

 

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2 pensamientos en “Lección de vida en Monfragüe

  1. Ismael dice:

    Quercus suber… Nuestro suber no es una capa protectora de tejido muerto. Eso nos llevaría al cementerio de los corazones rotos… Nuestro suber es nuestra experiencia, lo vivido y lo aprendido que nos lleva a esperar, a saber qué queremos y solo entonces arriesgarnos a ser descorchados de nuevo a pesar de saber que, como alcornoques, nos quedaremos desnudos de nuevo. Y aun así, siempre volverá el bornizo para recordarnos que «eso también pasará». Un beso!

  2. enlapalmera dice:

    «El cementerio de los corazones rotos»… No lo recordaba. Mientras no nos arranquen el corcho sin permiso, vamos bien :). Un beso, Ismael.

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